Eran las 11 de la mañana y el sofocante sol arreciaba sobre El Valle de Rodríguezs, Ardilas y Abadias. A pesar que tenía un oído tapado, según cienciologia porque me negaba a escuchar algo, por este par de miembros amorfos lograron entrar esas ondas sonoras-chillonas que decían: “Directo Cali-Buga por La Panorama”. Por fin logre salir de ese infierno, en el que a veces se convierte la vieja y destartalada terminal de la sucursal del cielo. Atrás habían quedado dos largos meses de encierro en la finca “El Paraíso” que más bien parecía el purgatorio. Adelante además del incandescente asfalto no sabía lo que me esperaba.
Buga, la ciudad señora, me recibió en su terminal, la misma que de vista aérea recuerda que es un tributo al dueño de los milagros, porque aunque parezca extraño, acá el que hace los milagros es el señor de la droga. También me recibió con un hedor a mierda y un despliegue de más de 100 toneladas de silicona asomadas por pequeños escotes, el pueblo estaba de ferias, y la cultura moribunda del facilismo estaba a flor de Piel.
A los preocupados, les digo: que el pelo no me lo corte; que la biblia sigue en el mismo lugar, debajo del nochero, esperando una escasez de cueros; que mi saludo, aunque esta mas cargado de “vos”, no esta tan militarizado; que en el purgatorio, con mala fortuna, no encontraba el amor de mi vida en cada jornada, pero me enamoraba cada día más de la vida; que las mariposas que llegaron vía postal, pegadas en una carta de letra grande y mayúscula, todavía me acompañan y a veces hasta me hacen estornudar; que lo ininteligible aún sigue en el mismo estado, por lo menos hasta que lleguen las tardes de café; que a pesar de las súplicas de mi papá, no voy a creer en Dios, el man, si existe, debe de estar muy ocupado como para fijarse en mi y finalmente les digo que de aquí en adelante la historia (en presente continuo) es mía.
Los despreocupados, olvídense porque no les voy a decir, que madrugaba todos los días; que los trasnochos se hicieron nulos; que las inas (cafe, nico, coca) y los tetra de canabinol no visitaron mi cuerpo; tampoco sabrán que me volví un poco más adicto al cine, a trotar y a ver a Cali siempre desde el mismo lugar; mucho menos les voy a contar que no hay peor castigo para un caminante que el encierro, eso seria como mostrarles mi punto débil.
A los lectores, que se están preguntando ¿Qué diablos es esto?, les pido disculpas, sólo estoy haciendo lo que me recomendó un amigo cuentero, estoy exorcizando un demonio, porque si lo hubiera tratado con un médico Psiquiatra me había diagnosticado Trauma Post-Encierro y para ese mal, la solución es unas cuantas dosis de Diazepan o Seconal y la verdad no me interesa mucho. Por favor encomiéndense al dios de turno o al que ustedes crean que se puedan encomendar, para que este demonio que hoy sale de mi no los poseya. Hasta la próxima edición.
Buga, la ciudad señora, me recibió en su terminal, la misma que de vista aérea recuerda que es un tributo al dueño de los milagros, porque aunque parezca extraño, acá el que hace los milagros es el señor de la droga. También me recibió con un hedor a mierda y un despliegue de más de 100 toneladas de silicona asomadas por pequeños escotes, el pueblo estaba de ferias, y la cultura moribunda del facilismo estaba a flor de Piel.
A los preocupados, les digo: que el pelo no me lo corte; que la biblia sigue en el mismo lugar, debajo del nochero, esperando una escasez de cueros; que mi saludo, aunque esta mas cargado de “vos”, no esta tan militarizado; que en el purgatorio, con mala fortuna, no encontraba el amor de mi vida en cada jornada, pero me enamoraba cada día más de la vida; que las mariposas que llegaron vía postal, pegadas en una carta de letra grande y mayúscula, todavía me acompañan y a veces hasta me hacen estornudar; que lo ininteligible aún sigue en el mismo estado, por lo menos hasta que lleguen las tardes de café; que a pesar de las súplicas de mi papá, no voy a creer en Dios, el man, si existe, debe de estar muy ocupado como para fijarse en mi y finalmente les digo que de aquí en adelante la historia (en presente continuo) es mía.
Los despreocupados, olvídense porque no les voy a decir, que madrugaba todos los días; que los trasnochos se hicieron nulos; que las inas (cafe, nico, coca) y los tetra de canabinol no visitaron mi cuerpo; tampoco sabrán que me volví un poco más adicto al cine, a trotar y a ver a Cali siempre desde el mismo lugar; mucho menos les voy a contar que no hay peor castigo para un caminante que el encierro, eso seria como mostrarles mi punto débil.
A los lectores, que se están preguntando ¿Qué diablos es esto?, les pido disculpas, sólo estoy haciendo lo que me recomendó un amigo cuentero, estoy exorcizando un demonio, porque si lo hubiera tratado con un médico Psiquiatra me había diagnosticado Trauma Post-Encierro y para ese mal, la solución es unas cuantas dosis de Diazepan o Seconal y la verdad no me interesa mucho. Por favor encomiéndense al dios de turno o al que ustedes crean que se puedan encomendar, para que este demonio que hoy sale de mi no los poseya. Hasta la próxima edición.
George Lava
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