domingo, 20 de septiembre de 2009

Retreta Pueblerina, Baila Reggae Music


“En la vereda de Velandia del municipio de Saboya una cucharita de Hueso me regalaron por amistad…”, multitud de jóvenes bailan al son de la carranga sin importar que algunos gomelitos, que sin lugar a dudas estaban en el lugar equivocado, los miren con cara burlona. “ Es que la tierrita no se puede ocultar” comenta un abuelo de arrugas hondas y cabellera de algodón sin poder ocultar la felicidad de ver a la juventud bailando una música que se considera para viejos. Y es que no lo podemos negar, aunque muchos íbamos a ver a las agrupaciones de reggae no pudimos dejar de aplaudir a una grupo carranguero que abrió el segundo festival de la música alegre en Piedecuesta.


“Rastafar… ai”, con un grito comenzó una descarga de música que se sentía en el ambiente al igual que el humo de la mariguana y el olor del aguardiente, para mi que soy nuevo en este cuento del reggae fue imposible dejar de bailar toda la noche porque cuando más de mil pies se mueven con el ritmo es muy difícil ser el punto estático.


“Que chimba jueputa, lastima lo de esos cabrones”, comentan al lado mío, y aunque hay que agradecer al pueblito que me vio nacer por tan buena iniciativa, no puedo olvidar a tres extranjeros y un nativo que fueron la mancha blanca en la noche oscura, Tres Dueños y Velandia y La Tigra decepcionaron a más no poder al público. “Pensé que esto era de reggae no de reggaetón” gritaba una mujer a mi lado con las manos arriba haciendo pistola cuando cantaron los supuestos gánster de Venezuela, y de Velandia mejor ni hablemos que me da dolor de cabeza y no tengo pastillas a la mano.


Tres y media de la mañana, todo el cuerpo estaba cansado y no podía cumplir sus funciones a cabalidad, solo la rebelde boca seguía sonriendo sin tregua. El parque entero quedo en silencio y había que salir rápido antes que las sucias manos de los policías exigieran una requisa, y aclaro que no es porque llevara algo ilegal solo que me da asco.


Cosas muy buenas dejó esa noche, un pogo con carranga, un dolor de piernas que aun hoy continúa, una lata de cerveza en mi mochila, un puñado de nuevos amigos y la sensación de que por fin Piedecuesta se está quitando el estigma de ser un pueblo aburrido a quien sabe cuántas horas de Bucaramanga.


Ramos Vallau


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